19 de julio de 2016

Verano, verano...

Pocas canciones describen como ésta todo lo que rodea  la estación más esperada del año, el verano… más que nada porque es sinónimo de vacaciones.
Nuestra amiga Mónica nos recordaba cada año que el Fary era un auténtico filósofo:
“Verano, verano, alegría, alegría, se visten de fiesta, los pueblos cada día.
Verano, verano, carrusel de aventura, ay, ¡qué bien se pasa!, pero ¡qué poco dura!”.
Y es verdad, ¡qué poco dura!
Esa melodía de fondo podría ser la banda sonora de muchos veranos en Herencia en los que todavía no teníamos piscina… No hemos podido confirmar exactamente cuándo se abrió, pero yo nací en 1974 y recuerdo muchas, muchas vacaciones disfrutando de otra manera.
Mis veranos saliendo con los chicos de Cecilio, con la bicicleta, el bocadillo y muchísimo calor… Pero viviendo intensamente cada paraje natural cercano a nuestro pueblo y rodeado de amigos de aventuras.
Durante muchos años en Herencia, más aún la gente mayor que yo, nos refrescábamos de otra manera. Las albercas eran sagradas… quien tenía algún amigo o familiar con una de ellas tenía un auténtico tesoro… Otra opción era el río, el Cigüela o Gigüela, según se mire…
Tenía zonas muy buenas de baño, y también peligrosas porque hace tiempo muy poca gente sabía nadar. El Puente Buenavista (¡el puente alto!), en la carretera de Manzanares, o un área pequeña entre Herencia y Villarta de San Juan, a unos seis kilómetros del pueblo, en la que el río se ensanchaba también y que los vecinos de las tierras aledañas conocían como “el vao” (no podemos certificar que se escriba así, puesto que nos llega por transmisión oral), también permitían buenos refrescos…
Y si no, las Lagunas de Villafranca de los Caballeros, humedales divinos de nuestros vecinos, o las primeras piscinas en algunos pueblos de los alrededores eran un lugar más que ideal para echar el día con las neveras a rebosar de tortillas de patata, pipirranas y refrescos.
Como en todo, han cambiado muchísimas cosas y es difícil pensar ahora en vacaciones sin piscina. No importa que sea la municipal, una desmontable o incluso en casa. Nosotros la tenemos desde el año pasado en la casa de mis suegros en Herencia y es un verdadero respiro, por cierto, las fotos son de los pies de mis hijas Paula y Martina bajo el agua… les van a salir escamas a este paso. Para los amantes del agua, la playa es otro paraíso.

Cuidando nuestros pies
Vamos ya a la parte que me interesa como podólogo, porque en cualquiera de estos lugares conviene tomar algunas precauciones para que todos, niños y mayores, puedan cuidar sus pies.
  • Empezamos por el calzado. Por regla general, la mayoría suele optar por chanclas de distintos materiales. Plástico, suelas de tejidos naturales, etc. Parecen cómodas para calzarse y descalzarse con rapidez, pero son inestables y obligan a engarrar los dedos, recargan el antepie y favorecen que demos pasos cortos, generando sobrecarga muscular. Para los niños que están empezando a caminar resultan especialmente inadecuadas. Personalmente, creo que el mejor calzado en esta línea son las zapatillas de tipo cangrejeras, que sujetan mejor el pie y evitan todo lo anterior. Lo ideal es estar calzado en las zonas comunes, para evitar contagio de papilomas, hongos, etc.
  • Otra pauta básica en podología para prevenir problemas a medio plazo es secarse muy bien los pies. Los “intrusos” que hemos citado antes prefieren un entorno de humedad para estar bien cómodos. Si la evitamos en el pie, tenemos mucho ganado.Se puede usar una toalla pequeña específicamente para ello o, en caso de no hacerlo, lo mejor es con la toalla habitual bien seca empezar por esta zona del cuerpo.
  • Otro punto importante tiene que ver con la protección solar. El empeine es una de las zonas que más se queman, y rara vez se aplica protección solar ahí. Mi consejo es que nadie se olvide del pie a la hora de aplicar este tipo de lociones.
  • Si pensamos en la playa, una pregunta habitual es si es beneficioso caminar descalzos. La respuesta aquí es rotunda, por supuesto que sí. Prestando mucha atención a la superficie, que la arena no esté excesivamente caliente, que no haya conchas o piedras que puedan lastimarnos, etc.
  • Al caminar sobre la arena obligamos a una parte de nuestra musculatura a trabajar, algo que no es habitual al hacerlo por superficies duras y con calzado. En cualquier caso, en las zonas comunes (duchas, etc., mejor hacerlo con el calzado de playa). Además, la textura de la arena favorece el retorno venoso, activando la bomba plantar que hace que la sangre vuelva hacia arriba y la circulación de las piernas sea óptima.Un pequeño masaje con la arena húmeda también ayuda a exfoliar la piel y la suaviza, para aprovechar bien el rato con los pequeños en la orilla…
  • Por lo demás, el resto de consejos son los habituales. Buena limpieza, buena hidratación, uñas rectas y no excesivamente cortas. Además, ya hablaremos en un futuro de los esmaltes, pero mi consejo es alternar alguna semana con y sin él y, preferiblemente, que sean de uso personal para evitar contagios. En la playa, desde luego, es muy bueno que las uñas estén bien limpias y para que puedan asimilar las propiedades del agua marina.
  • Para terminar, recordar que en esta época es más habitual la hinchazón de los pies al final del día. La recomendación es la de siempre: elevar los pies, y baños de contraste con agua tibia y fría, sin sal, para que no reseque la piel.

Espero que disfrutéis muchísimo de estos días de descanso. ¡Felices vacaciones! y para quienes no las tengan o las hayan disfrutado ya, ¡feliz verano!

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